Cuando pienso en algún proyecto nuevo, un amigo siempre me dice: “A camino largo, paso corto”. Algo parecido le pasa a Europa: camino a paso lento, para algunos demasiado lento, pero finalmente se abre camino al andar, como decía nuestro maestro Antonio Machado.

 

En este momento de gran incertidumbre, con una inflación desbocada, un crecimiento imparable de la energía y un ahogo permanente de las familias porque no llegan a final de mes, toca que los estados y la Unión Europea tomen decisiones y no dejen de mirar a largo plazo.

 

La economía debe estar al servicio de las personas y la agenda de la inclusión tiene que fomentar un pilar europeo de derechos en el camino de una UE sin barreras. Este nuevo impulso de la democracia europea tiene un momento destacado con la presidencia española de la Unión Europea, en el segundo semestre de 2023.

 

Todas las presidencias conllevan un trabajo extraordinario de preparación de meses. Hay que hablar con cada uno de los 27 países, con la Comisión Europea y el Parlamento Europeo. En este camino el Parlamento siempre va un paso por delante en la inclusión. Por ejemplo, en la propuesta de crear un nuevo Centro Europeo de Accesibilidad. En este caso, los europarlamentarios españoles tienen un papel destacado, especialmente el eurodiputado Jordi Cañas. 

 

La Comisión Europea ha cogido el testigo y va a presentar a final de año este Centro Europeo de Accesibilidad. En un principio no va a ser un centro físico, sino un centro de servicios multidisciplinar que tendrá como misión coordinar los recursos y los servicios públicos.

 

Ahora se conjuga el momento perfecto con la presidencia española para que esta iniciativa pueda dar un paso más y el centro tenga un papel esencial al asumir un trabajo destacado en materia de discapacidad y fomente la coordinación de las políticas públicas europeas. Para todo ello, tal y como propone el CERMI, es fundamental que el centro tenga un lugar físico donde poder desarrollar todas estas materias, al igual que otras entidades europeas. Además, se busca que el destino de este centro se sitúe en España, algo que supondría un paso más en el liderazgo español en materia de discapacidad.

 

Toca arremangarse, hablar mucho con los diferentes actores europeos, convencer a todos de esta necesidad y aquí, de nuevo, la presidencia española tiene que asumir un liderazgo eficaz para defender este proyecto y convertirlo en realidad dentro de unos años. España ya fomentó la idea de crear el premio a una ciudad europea accesible (la primera fue Ávila), ahora es el turno de este nuevo centro que debería alojarse en alguna ciudad española y dar ejemplo a Europa en las políticas de inclusión. Entre todos, debemos asumir este reto y no perder esta batalla, como ya pasó con la Agencia Europea del Medicamento, ahora tan conocida por la covid-19, y con sede en Amsterdam, no en Barcelona.

 

El camino de la accesibilidad tiene un destino: España, y su implantación debe realizarse con paso corto para alcanzar el camino largo.